4.27.2006

Marco Antonio Montes de Oca

Apenas morimos, la masa del cuerpo ya no imita al entumido girasol que obedece al sueño y a las destrezas invisibles. Silenciosamente latimos en el circuito alucinado como invulnerables corazones de tortuga. Aun así el agua de un joven territorio salva a sus jirones del dédalo espinoso, y la imagen madre sentada en el limo esata su salvaje cabello de reflejos, tirita en la llama, en la piedra que se retrae como nervio desollado, pues no hay sitio ya donde la yerba guarde sus latidos. (fragmento)

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